martes, 5 de abril de 2011

Aguacero del norte.

Quisiera que todo fuera más sencillo, que pudieras ver a través de mí como si fuera cristal; o que las palabras volaran de mi mente, directo hacia tus oídos. 


Pero no es así.


El mundo daba vueltas sobre mi cabeza, y yo me perdía entre oscilaciones que no paraban de voltear mi mundo de cabeza, y nada tenía sentido cuando volvimos la cuarta vez. Ahora, lento, tímido, melancólico; revoloteas a mi alrededor como si el tiempo no fuera relativo. Dices que estás bien, pero yo sé que estás mintiendo.  ¡Oh, como me arreglarías la existencia si fueras menos complicado!


Tus ojos, pueriles y despreocupados, se fijan en los míos, dos gotas de petróleo; y colisionan. Nunca volveremos a estar así, como estamos ahora, porque el hierro que te unía a mí ya no existe, se fundió con el posible cariño que en alguna época sintieses por mí. Las cadenas invisibles que te ataban a mi piel, hoy no están. Se transformaron el polvo y revolotearon libres por el cosmos. 

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Lina M.

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