Las horas pasaron, y la Luna estaba a punto de desaparecer. Andy observó el horizonte, y no vio nada.
Él no llegaría a casa hoy, ni la subsiguiente, ni la que seguía, ni ninguna otra.
Todas las noches era lo mismo. Se sentaba en el jardín de la gran casa azul a observar cómo la Luna aparecía y se iba a su antojo. Así pasaron los años, y finalmente, él nunca apareció.
Era tan solo una espera eterna que no valió nunca la pena. Ya no recordaba nada de él; su voz, olor, presencia ya no se hallaban en la memoria de Andy. Lo había olvidado, simplemente. Pero, ¿realmente él existió en algún momento de su vida, o era sólo producto de su errante imaginación?
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Lina M.
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